Hay dos modalidades de funcionamiento cognitivo, dos modalidades de pensamiento, y cada una de ellas brinda modos característicos de ordenar la experiencia, de construir la realidad. Las dos, si bien son complementarias, son irreductibles entre sí. Los intentos de reducir una modalidad a la otra o de ignorar una a expensas de la otra hacen perder inevitablemente la rica diversidad que encierra el pensamiento.
Además, esas dos maneras de conocer tienen principios funcionales propios y sus propios criterios de corrección. Difieren fundamentalmente en sus procesos de verificación. Un buen relato y un argumento son clases naturales diferentes. Los dos pueden usarse como un medio para convencer a otro.
En uno, la verificación se realiza mediante procedimientos que permiten establecer una prueba formal y empírica. En el otro no se establece la verdad sino la verosimilitud. Se ha afirmado que uno es un perfeccionamiento o una abstracción del otro. Pero esto debe ser falso o verdadero tan sólo en la manera menos esclarecedora.
La modalidad del argumento lógico, modalidad paradigmática o lógico científica, trata de cumplir el ideal de un sistema matemático, formal, de descripción y explicación. Se ocupa de causas generales, y de su determinación, y emplea procedimientos para asegurar referencias verificables y para verificar la verdad empírica. Su lenguaje está regulado por requisitos de coherencia y no contradicción.
La modalidad narrativa del pensamiento produce buenos relatos, obras dramáticas interesantes, crónicas históricas creíbles (aunque no necesariamente “verdaderas”).
Al final, lo narrativo y lo paradigmático existen uno junto al otro. Razón de más para que tratemos de comprender e interpretar grandes relatos y cómo éstos crean una realidad que les pertenece, tanto en la vida como en el arte.
Trabajo de Sebastián
Hace 15 años
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